Aunque son miles las ONG que, de una u otra manera, buscan cómo ayudar a quienes más lo necesitan, Cruz Roja se encuentra, sin duda alguna, entre las más relevantes a nivel global. Desde que allá por 1859, en la localidad italiana de Solferino y tras un enfrentamiento entre tropas francesas (aliadas de los sardos) y austriacas, Henry Dunant reclutara a mujeres de la región para ir a asistir a los heridos de guerra, el símbolo de la cruz roja sobre fondo blanco se ha convertido, a nivel global, en una señal de socorro, de ayuda, de esperanza.
Desde entonces, Cruz Roja ha crecido exponencialmente, adaptándose al signo de los tiempos, ya sea poniendo en marcha nuevos programas y proyectos en áreas en las que su labor resulta necesaria, o dando otros por amortizados una vez que las necesidades que atendían ya han sido asumidas por entidades públicas, como ocurre en el caso de España y Cruz Roja Española con los hospitales, que jugaron un papel clave en nuestro país durante buena parte del siglo XX, pero que desde finales del mismo dejaron de ser necesarios, una vez que el Sistema Nacional de Salud ya fue capaz de proporcionar cobertura completa a toda la población. Estar allí donde es más necesaria ha sido siempre la razón de ser de Cruz Roja. Y hablo con conocimiento de causa, pues durante unos años fui voluntario de la organización y pude comprobarlo por mí mismo.
Como digo, Cruz Roja siempre ha apostado por la evolución y la innovación, y el último ejemplo de ello lo encontramos en un nuevo proyecto, de momento en fase de definición y pruebas, con el que la entidad pretende tokenizar la distribución de ayuda humanitaria en zonas en conflicto. Este sistema permitirá realizar un seguimiento totalmente fiable y en tiempo real de dicha distribución, combatiendo de este modo los múltiples problemas que se suelen dar en las regiones en conflicto con la distribución de dichas ayudas, que desgraciadamente en muchos casos no acaban en las manos que deberían, sino en las de agentes corruptos a lo largo de toda su cadena de distribución.
Para llevar este control, Cruz Roja, en colaboración con Partisia, pretende desarollar un “token de utilidad estable” que esté vinculado al precio de un activo, similar a una stablecoin. Gracias a este sistema, la organización contará con una cadena de bloques con la que podrá auditar la distribución de la ayuda humanitaria desde que ésta sale de sus almacenes hasta que termina en las manos de los damnificados por el conflicto. Una medida que dota de gran transparencia al proceso y que, por lo tanto, puede ser también de gran ayuda para combatir las suspicacias de muchos, que no terminan de confiar en este tipo de entidades.
Obviamente el alcance de este proyecto no puede ser global, pues aún quedan regiones del mundo, y que generalmente son las afectadas por este tipo de conflictos, en las que las infraestructuras de conectividad (desde las redes de acceso hasta la disponibilidad de smartphones) es muy limitada, y en esos casos Cruz Roja plantea seguir operando por los medios tradicionales. Sin embargo, este primer paso, a la espera de que pueda ser puesto en marcha, ya supone un gran avance que, además, abre el camino para nuevas iniciativas similares, que garanticen una mejor distribución de la ayuda humanitaria.
Con información de The Block
