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¿Hay futuro para el metaverso?

La historia es conocida. Hace tan solo tres años, el metaverso era uno de las tecnologías más prometedoras del momento. El cambio de nombre de Facebook a Meta, el entusiasmo por las criptomonedas, nuevos dispositivos de de realidad virtual (RV) y realidad extendida (RX) y su aplicación en entornos corporativos en forma de gemelos digitales o a través de contenidos formativos, llevaron a pensar que el metaverso no es que fuera el futuro, sino el presente en el que había que invertir.

Y sin embargo, hablar en 2024 de metaverso se ha convertido prácticamente en un tabú. La falta de una experiencia convincente y que no haya casos de uso bien definidos, que el hardware necesario siga siendo caro y poco accesible, barreras de entrada altas para las empresas sin un ROI claro y en general expectativas poco realistas, han generado cierta decepción y escepticismo sobre el futuro de un conjunto de tecnologías que hasta hace muy poco, parecían apasionantes. Además…

Expectativas no cumplidas

Las grandes empresas tecnológicas nos han vendido la idea del metaverso como una revolución que cambiaría la forma en que interactuamos con el mundo digital. Nos prometieron una realidad alternativa y virtual donde se desarrollaría gran parte de nuestro día a día. Sin embargo, a día de hoy, estas promesas no se han cumplido.

Figuras como Mark Zuckerberg nos aseguraron que estábamos a las puertas de una experiencia similar a la de «Ready Player One». La realidad es que la tecnología aún no está preparada para ello. Y no solo eso, es probable que no lo esté en muchos años, incluso si el grueso de la industria decidiera apostar por ese escenario, lo cual pese a los esfuerzos de Apple y sus Vision Pro, aún está por ver.

Las empresas que en «el pasado» apostaron por el metaverso, lanzaron experiencias para realizar compras online, disfrutar de eventos virtuales, asistir a conciertos en directo, o reuniones de trabajo virtuales. Sin embargo, en la mayoría de los casos, estas experiencias han sido decepcionantes. Se han presentado como soluciones muy mejorables, sin un valor añadido claro para los usuarios.

Desconfianza

Aunque el metaverso (y una vez más, sus promesas) hayan podido seducir en un primer momento a los usuarios más entusiastas y apasionados por las nuevas tecnologías, no ha conseguido interesar a más que a esos early adopters.

La mayoría de la población o lo ha seguido con cierta distancia, o directamente con la desconfianza del que considera que se trata de una tecnología aún demasiado futurista, demasiado de nicho y en general, poco atractiva. Casi nadie quiere llevar gafas en su día a día, si no hay un motivo que realmente justifique el «ponerse una pantalla en la cara». A día de hoy, no lo hay.

Contratiempos tecnológicos y financieros

Si tecnológicamente conceptos como realidad virtual, realidad mixta o realidad extendida no han acabado de tener recorrido más allá de esos entusiastas, a otros desarrollos relacionados con el metaverso como pueden ser los activos NFT (non fungible tokens), la Web3 o al grueso de las criptomonedas, tampoco les ha ido mucho mejor.

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En el caso del NFT su valor se ha desplomado en el último año y ha pasado del entusiasmo por una nueva forma de distribuir creaciones digitales, al completo desinterés, más allá de en algunos videojuegos muy concretos.

Para la web descentralizada y sus tecnologías asociadas aún no hay una hoja de ruta, mientras que en el caso de las monedas digitales y los contratos inteligentes, salvo como vehículo de inversión y especulación, aún no se han desarrollado proyectos que más allá de una fase piloto interesante, puedan escalar y entrar en producción con la facilidad y la velocidad que requieren las empresas.

Desinversión

En las primeras etapas del desarrollo del metaverso, grandes empresas de todos los sectores se apuntaron a lo que aspiraba a ser «the next big thing». Aquí encontramos una «Nikeland» en la que la firma de ropa deportiva esperaba monetizar en algún momento, un «Chipotleverse» desarrollado en Roblox que no acabó por convencer a casi nadie, la tienda de las hamburgueserías Wendy’s en Fortnite o el espacio de Samsung en Decentraland una plataforma VR que permite a los usuarios comprar y vender terrenos virtuales u organizar eventos.

Sin embargo, la baja participación de los usuarios en este tipo de experiencias, problemas con el funcionamiento de las plataformas, un ROI prácticamente inexistente y como consecuencia de todo ello, un cambio en las prioridades de marketing, ha provocado que la mayoría de las compañías hayan abandonado estas iniciativas sin que a casi nadie le haya importado demasiado.

IA Generativa

Si las promesas del metaverso nunca se han sustanciado en realidades, las de la IA generativa a ojos de la mayoría, ha comenzado a cumplirse desde el primer momento.

El rápido desarrollo de los LLM de OpenAI, Microsoft, Google y otros y sobre todo una utilidad real, ha provocado que la industria haya reenfocado sus inversiones hacia el desarrollo de una inteligencia artificial que en estos momentos parece imparable. Y no solo porque cualquiera puede comprobar sus beneficios prácticamente desde el primer momento, sino porque apenas si presenta barreras de accesibilidad, más allá que la de tener una conexión a Internet.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, lo cierto es que el futuro para el metaverso es incierto. Los más entusiastas aseguran que el metaverso sigue teniendo el potencial de cambiar la forma en que trabajamos, jugamos y socializamos aunque advierten que es importante tener expectativas realistas y ser conscientes de los desafíos que enfrenta.

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